Desde la fascinación que ha provocado en mi esta ciudad- de niño Hollywood se encargó de disparar mi ilusión por conocerla-, esta, mi tercera visita ha supuesto investigarla, saborearla, bajo el prisma desde la psiquiatría, en concreto desde su rama más seductora, el psicoanálisis freudiano.

El cine y la Gran Manzana han mantenido un gran idílio desde sus orígenes. Paseando por el Upper East Side , el Village u observando el skyline nocturno desde Brooklyn,mi imaginería mental se inunda de películas de Woody Allen: Annie Hall, Manhattan, Hannah y sus hermanas, etc.

La obra del cineasta neoyorkino se sostiene sobre una serie de constantes narrativas y temáticas en las que participan con gran peso asuntos como la inestabilidad emocional y su tratamiento psicoterapéutico. La gran creatividad adornada del prisma cómico, hace, en mi opinión, de Woody Allen unos de los grandes referentes en el tratamiento cinematográfico de las obsesiones de nuestro tiempo.

Es New York,y siguiendo con la jerga freudiana, una urbe psicodinámica, aspectos como el individualismo, la rapidez, el fervor por las marcas, el exceso sin fin, se palpan, invaden el ambiente. Me muestro ambivalente, hechizado y repelido, una lucha entre las distintas estancias psíquicas: el ello dicta “ Goza!, goza! hasta el fin sin pensar en las consecuencias”, mientras que el superyó ético ordena rectitud: “ Comercio justo, comida saludable, tranquilidad, etc).

De vuelto a Valencia vengo con unas ganas terribles de atiborrarme de películas que me hagan seguir reviviendo la ciudad- mi hijo me exige que veamos Spiderman (paradigma del superhéroe neoyorkino) por décima vez y de zamparme literatura de diván.Nada mejor que visitar la metrópoli de los rascacielos.

José Carlos González, psiquiatra y runner